martes, 10 de marzo de 2009

Despido libre

En estos días de crisis (ya es la palabra más usada en nuestras conversaciones) se oye nuevamente una llamada a la flexibilización del mercado laboral como medida infalible para superar nuestros problemas de crecimiento de la tasa de paro.
Es evidente que en España no tenemos términos medios: si creamos empleo, creamos más que nadie; pero si se empieza a destruir... batimos récords de desempleo. Ya se empieza a hablar de cifras de 4,5 millones de desempleados y tasas desconocidas desde hace bastantes años, cercanas al 20% de la población activa.
Una medida propuesta para paliar el problema es el abaratamiento del despido. Los más "audaces" proponen directamente el despido libre. Alegan que un freno a la contratación es la indemnización que tendrían que pagar si el trabajador dejara de interesarles y deciden despedirle sin causas objetivas (despido improcedente). Si es "gratis" despedir, más empresarios estarían dispuestos a contratar un número mayor de trabajadores si hacen falta, sabiendo que mañana, si "sobran", se irán a la calle sin indemnización.
Esta propuesta encaja en los postulados de los partidarios del más puro laissez faire, el libre mercado sin restricciones. Sus seguidores muestran cada día una de las máximas del mercado libre: "cuando a un mercado se le ponen restricciones, tienden a aparecer mercados paralelos, mercados negros, que funcionan como si hubiera libertad de mercado". Esto lo podemos ver, por ejemplo, en el trabajo en el campo. El mercado de trabajo en España está regulado: existencia de cuotas a la Seguridad Social, tipologías de contratación, salario mínimo... pero además, los trabajadores también dan señales al mercado. "No estamos dispuestos a trabajar en algo tan duro por este salario tan bajo". Eso dice el mercado "oficial".
Pero los empresarios se saltan las restricciones: hay trabajadores más baratos. Esos que no tienen permiso de residencia, o de trabajo, y por los que no hay que pagar a la Seguridad Social. Surge el mercado negro: contratación ilegal.
Ahora le toca al despido libre. La polémica nos perseguirá durante un tiempo. Cada uno puede opinar como quiera, pero propongo una cosa: si el mercado es libre, que lo sea de verdad. Eliminemos los contratos blindados que tienen la mayoría de los grandes ejecutivos, esos que promueven el despido libre... para los demás.
Un contrato blindado, para que se entienda, es un seguro que se pone un alto directivo de una compañía. Si los accionistas o un nuevo dueño (algo fácil en nuestro actual mundo financiero, lleno de O.P.A.'s amistosas y hostiles) deciden prescindir de ellos, se van a casa, pero tras cobrar un dinero que dista mucho de los 45 días por año trabajado con límite en 42 mensualidades que se puede llevar el trabajador más "afortunado" con un despido improcedente. Ese dinero suele medirse en millones de euros. Ángel Corcóstegui se llevó 106 millones de euros cuando Botín prescindió de él. El pobre José María Amusátegui, sólo 43,8 millones, porque estaba mucho más cerca de la jubilación.
¿Qué despido libre promovemos? ¿Cuántos trabajadores habría que echar a la calle para sumar una indemnización de un solo consejero que se lleva a casa 106 millones de euros? Suena a broma, pero no lo es. Son las cosas del "libre mercado".
Propongo, y espero propuestas en sentido contrario, que si se abarata el despido, se eliminen los contratos blindados. Que el que dirige una empresa sepa que si las cosas no van bien, también él se puede ir a casa con un "Vuelva usted mañana...".

3 comentarios:

  1. Me da que no voy a ser muy bienvenido en este blog tan serio de alumnos, alumnas y profesores, profesoras dado el sitio en el que escribo habitualmente y su temática, tan politicamente incorrecta, sin embargo me parece una iniciativa interesante que puede hacer que exista mayor interactividad entre alumnos y profesores.
    Ahora, yendo al meollo, está bien que propongas el fin de los contratos blindados y yo, con idéntica esperanza de que se cumpla propongo la privatización del funcionariado y que sigan las mismas reglas que el resto de los mortales.
    Generalemente, los directivos de las grandes corporaciones, ya saben que les puede tocar a ellos y, por eso, existen los contratos blindados ¿Te das cuen?
    Pero profe, ¿en qué coño de mundo vive usted? Antes de realizar esas propuestas salga a la calle, o titulemos este espacio el blog de la utopia.
    Por cierto, bienvenido al ciberespacio

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  2. Aquí se puede ser políticamente incorrecto, que una cosa es la economía y otra la política, aunque desgraciadamente muchas veces van de la mano.
    Ya esperaba yo lo del fin del funcionariado, pero no te voy a tirar de las orejas. Es una opción libre, quien elige ser funcionario, notario, juez, ingeniero del Ministerio de Industria... pues pasa un concurso-oposición tras estudiar en algunos casos varios años, y luego se somete al estatuto del funcionariado, con sus ventajas (que las hay)y sus inconvenientes (que también los hay).
    El problema de los contratos blindados es que se basan en una trampa: se pueden aprobar en una Junta General de Accionistas. ¿Cuál es el truco? Si los accionistas han aprobado que se les pague esa cantidad, será legal. Pues no del todo. Me explicaré: a una Junta General de Accionistas acuden pocos de éstos. La mayoría de pequeños accionistas no van o no pueden ir y no sindican sus acciones. ¿Resultado? El Consejo de Administración vota por ellos. Por eso en la mayoría de las grandes compañías, con un 60% o 70% del capital muy repartido en la Bolsa, el poder lo detentan unos poquitos, aunque tengan una proporción pequeña del capital. Y se ponen los sueldos y los contratos blindados que quieren. Eso es ser ventajista.

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  3. Ya, si yo a ti te entiendo....pero no sé si me sé explicar;
    Que yo ando aquí porque soy un poco tocapelotas. Y efectivamente, los contratos blindados se basan en una argucia, y la actitud de muchos, demasiados funcionarios en otra. En saber que es politicamente incorrecto darles una patada por baja productividad y así vegetar una vida entera y saber que nada, nada va a pasarles. Que les tendrían que pillar con la mano en la caja y aun así algún sindicato saldría diciendo que estaba limpiando por dentro el polvo.
    Y en hacer creer que les paga el Gobierno, cuando quien les paga soy yo, y encantado de hacerlo a los que cumplen con sus obligaciones y no me reciben detrás de una ventanilla como si me estuvieran perdonando la vida.
    O sea, que estoy de acuerdo en tus argucias ¿Estás de acuerdo en las mias?

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