domingo, 23 de mayo de 2010

¿Qué es un cártel? El caso de los dentistas

En el lenguaje popular entró ya hace tiempo la palabra cártel o cartel, para referirse a una asociación de productores o comercializadores de algún bien o servicio que buscan fines que atentan contra el mercado libre.
Bien supimos de un primer cártel famoso, allá por 1973. Fue la época de la 1ª crisis del petróleo. El cártel de la OPEP, es decir, varios de los principales exportadores mundiales de petróleo, acordó por entonces uno de los posibles pactos de cártel: reducir producción conjuntamente para provocar escasez en el mercado y, con ello, provocar una subida de precios del oro negro. Y a fe que lo consiguieron, provocando una de las peores crisis del siglo XX (pero crisis para algunos, como España, no para Arabia Saudita, evidentemente) que trajo un fenómeno desconocido hasta entonces: la estanflación (unión de estancamiento económico, fuerte recesión, con una inflación pronunciada del lado de los costes). Fueron años de zozobra económica, y siempre qu en la OPEP han funcionado de manera disciplinada, como real cártel, nos han zurrado la badana a los países energético-dependientes.
Otro posible caso de cártel es el de repartirse mercados. Ahí nos suenan cárteles tristemente famosos como el de Medellín, Cali, Juárez... o las mafias de Chicago, que se repartían zonas de la ciudad en las que no debían operar los demás. En España, en algo más "legal", ya fueron multadas las cajas o-navarras (Kutxa, BBK, Vital Kutxa y CAN) por repartirse los mercados de las provincias de su influencia. Limitar la competencia para evitar sumar costes y reducir beneficios en sus actividades (la competencia, si es verdadera, reduce precios y aumenta costes de atención al público, marketing, etc.) era el destino de esta actividad de cártel: http://www.cincodias.com/articulo/empresas/Audiencia-Nacional-rebaja-BBK-Vital-sancion-Competencia/20100106cdscdiemp_25/cdsemp/
Otro de los posibles cárteles es el que busca fijar precios. Es mejor para los competidores en un mercado evitar competir vía precios, y jugar a bajar el precio frente al de los competidores, porque eso lleva a guerras de precios, en las que pierden todos, sobre todo los más débiles. Es lo que está pasando ahora mismo en España en el sector de la alimentación: guerra de precios entre Mercadona, Carrefour, Dia... y al final, los grupos menos potentes pueden caer por el camino. Para todos sería más provechoso (en el corto plazo) fijar precios y vender todos más caro. Pero la estrategia de los líderes de mercado, como Mercadona, es reducir costes al mínimo, por ejemplo acogotando a sus proveedores (algunos, como Gullón, venden el 90% de su producción a Mercadona, y si se quedan si venderles, directamente cierran) y bajar precios, para así eliminar competencia, con lo que a medio-largo plazo saldrán ganando. Un caso claro de cártel, con múltiples denuncias por acordar precios, es el caso de las gasolineras. Ya es casual que, kilómetro tras kilómetro, tengan todas los mismos precios, hasta las milésimas de euro, cuando en EE.UU. de una a otra, a 500 metros, puedes encontrar diferencias a veces de un 5% o más.
Pues un caso clarísimo de cártel, con fijación de precios al alza, es el de los dentistas en España. Como el servicio público de salud no cubre lo que corersponde a los dientes (así hay tanta gente desdentada en España, con la merma de calidad de vida que eso supone; es mejor tener eso gratis a que nos atiendan gratuitamente por una gripe) cualquier español con un problema de dientes acabará en un dentista privado. Y ahí llega el hachazo. La ortodoncia del niño, a pagarla como la casa, casi con una hipoteca. Si te tienen que hacer dos implantes (a mayor precio que los de Pamela Anderson, pero en este caso no de silicona king size: dos piezas de porcelanita pequeñinas, perdidas en la dentadura...) vete quedándote dos años sin vacaciones.
Esta situación sólo es posible debido a que los dentistas no compiten realmente. Si no, sería imposible encontrarse historias como la que contaba un español en una carta al director en El País. Su relato era el siguiente: "Llevo días siguiendo el debate que se ha abierto respecto del gasto sanitario y me ha venido a la memoria un viaje a Finlandia de hace cuatro años. Mi cuñada pasó una mala noche por un dolor de muelas y fuimos al dentista de una pequeña localidad al norte de Rovaniemi. Llevamos bastante dinero en efectivo, por lo que pudiera pasar. Después de media hora de visita, una radiografía y un empaste nos entregaron la factura: 12 euros, con la indicación de que en nuestro país podíamos reclamar su devolución.El antibiótico recetado también fue barato. Tal vez el recorte del gasto farmacéutico conllevará la eliminación de puestos de trabajo, pero no creo que, para mantenerlos, tengamos que tener en nuestras casas un armario lleno de medicinas. La verdad es que no sé si el gasto sanitario español es mayor o menor que el de otros países, pero de lo que estoy seguro es de que podría estar mejor gestionado".
Después de leer esto, te preguntas qué hemos hecho mal, para tener los dentistas en Porsche Cayenne que tenemos, declarando a hacienda lo que les da la gana (la mayoría no tiene ni datáfono para poder pagar con tarjeta, que deja rastro de los ingresos...) y que nadie les haya metido mano. ¿Qué son, más baratos los costes en Finlandia? ¿O es que aquí los dentistas son un cártel del que no hay forma de escapar? Bueno, sí hay forma: un viaje en Ryanair a Bucarest, y a hacerse allá la dentadura...

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