lunes, 7 de junio de 2010

Malos tiempos para la lírica. A vueltas con la reforma laboral (II)

Evitar estas colas. A eso debería reducirse esta reforma laboral. Conseguir más trabajo y de mejor calidad. Lo malo es si al final, como siempre, los trabajadores acaban con menos derechos y no arreglamos nada.
En otra anterior reforma, en 1997, se creó aquel contrato para el fomento de la contratación indefinida. Con ese contrato se reducía la indemnización por despido improcedente de 45 días por año trabajado hasta un total máximo de 42 mensualidades, hasta los 33 días, estando el procedente en 20 días con un máximo de 12 mensualidades. Lo cierto es que ese contrato no frenó la temporalidad (somos de los países con mayor índice en Europa) ni logró que se rebajase el paro estructural español. La reforma funcionó cuando había expansión, como hubiera funcionado en la época de la burbuja inmobiliaria que animásemos a los constructores a contratar más obreros regalándoles un torero de esos que hay gente que pone encima de la tele. Cuando se crea empleo, se crea de cualquier manera. Y cuando se destruye, pocas medidas lo evitan.
Ayer, domingo 6 de junio, las noticias eran inquietantes. Se anuncia un supuesto plan del gobierno para que sea más fácil descolgarse en una empresa de un convenio colectivo aduciendo problemas económicos. Con ello se acaba, de facto, con la negociación colectiva. Cuando quiera, un empresario, buscando como subterfugio un supuesto mal momento de la empresa, podrá zafarse de lo negociado para todos, que es la base del único poder que pueden tener hoy en día los trabajadores en un mundo globalizado. Sólo si se negocia en nombre de muchos se pueden alcanzar derechos laborales dignos. Si se va a negociar empresa por empresa, y prefiero no pensar en que se vuelva a negociar trabajador a trabajador, volveremos al siglo XIX.
Ayer un grupo de "expertos" entre los que se encontraba gente de prestigio (aunque extremadamente liberal) como Juan Iranzo, hablaba de las recetas contra la crisis y la necesidad de la reforma laboral. Y a mí se me ponían los pelos como escarpias ante frases como ésta: "Hay que acabar con el Salario Mínimo. Si alguien quiere trabajar por menos dinero, antes que estar en el paro, hay que darle esa oportunidad. Es menos digno estar parado que trabajar por menos dinero". Pues no estoy de acuerdo. Si no, volvemos a la esclavitud encubierta. También las africanas y europeas del Este que han poblado clubes de alterne en España, siguiendo ese razonamiento, están mejor siendo explotadas sexualmente que en el paro. Pues no. Hay límites que no se pueden sobrepasar. ¿Es digno en la España de 2010, a precios de 2010, trabajar por 500 euros al mes? Eso es indigno, es un salario de miseria, pero parece ser lo que quieren los empresarios para competir contra los productos que vienen de países con mano de obra más barata. Nuestra intención no es que en esos países se salga de la vergüenza (aunque a precios de mercado menores): la intención de los empresarios es acabar con los trabajadores metidos en un modelo tercermundista.
Se habla del modelo austriaco. Puede ser algo razonable, si nos olvidamos de otras boutades que se oyen estos días. Que las empresas vayan haciendo un fondo que el trabajador se lelva de una empresa a otra, para posibles despidos. Si un trabajador lleva 20 años trabajando en distintas empresas, el despido lo cobraría de lo aportado por todas ellas durante 20 años, y no a la última de ellas, que a lo mejor le ha ocupado durante 8 años. Es un modelo que incluso opta por complementar con ese fondo la pensión de los trabajadores, si no han tenido que utilizar el fondo con algún despido.
El modelo alemán yo lo modificaría un poco. Se habla de reducir la jornada de los trabajadores en lugar de despidos. Yo creo que podría utilizarse en parte el subsidio de desempleo para evitar esa reducción de horario. es decir, si la empresa reduce de 8 a 4 horas el horario de trabajo del trabajador, con la consiguiente reducción de salario, utilizar el subsidio, si es posible, para cubrir esas 4 horas y que el trabajador siga con su jornada. Eso siempre que la reducción de jornada no sea debida a una reducción de la producción, en cuyo caso es imposible mantener el horario de todos los trabajadores.
Lo importante es que haya un espíritu constructivo, y que aquí no nos carguemos en dos días el estado del bienestar y las conquistas sociales de más de 100 años. No podemos volver al siglo XIX, a ser como mineros de Oruro o trabajadores de una factoría de Henin. Porque eso al final redunda en menos crecimiento. Si nos vamos a quitar el SMI y la media de los nuevos salarios se sitúa ya no en el mileurismo sino en el mediomileurismo, ¿aquí quién va a consumir para mantener el tejido productivo?


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