jueves, 20 de mayo de 2010

Nuevo candidato a Presidente del BCE, ministro de finanzas o experto económico

Os presento al candidato a suceder a Jean Claude Trichet en el BCE. Aunque también podría ser el recambio de Elena Salgado en la Vicepresidencia Económica de nuestro gobierno o nos valdría de experto analista del Fondo Monetario Internacional, de S&P o de FUNCAS.
Magritte diría "ceci n'est pas un brique". "Esto no es un ladrillo", parafraseando su famoso cuadro. Claro que no. Es el futuro director de la política económica de cualquier país. ¿Y por qué, se preguntarán mis fieles lectores?
Un ladrillo, a pesar de que lo de arriba no es un ladrillo, parece tener vida propia. Tiene aspiraciones. Se imagina acabar siendo parte de algo importante: ayudar a construir un museo (bueno, hoy en día los museos se pueden construir con cualquier cosa que se le ocurra a algún "genio" de la "arquitextura"...), formar parte de una promoción de viviendas sociales... El ladrillo nació para construir un mundo mejor. Y resulta que no es nada más que la pieza de un enorme engranaje, se pierde en un marasmo de materiales y decisiones, y acaba por no ser más que un ladrillo, simple y llanamente. Sin más valor que dejarse hacer, dejarse levar y dejarse morir por el paso del tiempo.
Pues eso es exactamente lo que hacen nuestros sesudos dirigentes económicos, por lo que veo. Parece que toman decisiones, pero son las decisiones las que les llegan a ellos. Son decisiones sobrevenidas, sin una planificación previa. Como el niño que, tras hacerse pis en los pantalones, pide a sus papás que le pongan a hacer pi-pí. Tenemos unos ladrillos por dirigentes de la economía.
Empecemos por decisiones tomadas hace tiempo. Cuando en los primeros albores del titubeo económico más de uno advirtió en paulatino enfriamiento de la economía, y voces cada vez más fuertes y más numerosas pedían al Sr. Trichet que bajase los tipos de interés en el área euro, éste, cual buen estalinista o estajanovista del puesto, negaba la mayor. "Mi trabajo es tener a raya la inflación, que para eso me pagan", debía pensar él. Y no hizo su trabajo. Su trabajo era ser anticíclico, pero adelantarse a ese fenómeno, es decir: cuando adviertes que vendrá la crisis, tiempo antes debes empezar a trabajar las políticas expansivas. En el caso del Sr. Trichet, máximo gurú de la política monetaria europea, le hubiera corerspondido empezar a bajar los tipos al menos un año antes. Eso sí, con la crisis al más tonto se le ocurre que hay que bajar tipos. Y sin embargo, el Sr. Trichet se olvidó de algo. Una cosa es la teoría, y otra la práctica. Política monetaria expansiva, a ver... "Sí, si lo estudié en la E.N.A., si bajas los tipos, será más barato pedir créditos y se expandirá el gasto en consumo en inversión y con ello la demanda agregada y con ello el empleo y la producción y con ello..." ¡ZAS! Y se le rompió el cántaro al lechero.
El Sr. Trichet se olvidó de que tenía que bajar los tipos a tiempo, siendo contracíclico. Bajarlos en época expansiva en el momento en que se advierte que vendrá el cambio de ciclo, y con ello contrarrestar el efecto, al menos el inicial. ¿Qué pasó? Pues que llegó tarde. Cuando quiso que funcionara ese efecto expansivo, y que los bancos prestaran dinero a intereses más bajos, se encontró con la realidad: los bancos no querían o no podían prestar (falta de fondos, morosidad, acumulación de bolsa inmobiliaria...) y las familias tampoco estaban tan interesadas en pedir préstamos (la gravedad que se advertía en la crisis motivaba comportamientos de suma cautela en el gasto). Los únicos, los pequeños empresarios, con grandes problemas de liquidez, queriendo lograr vías de financiación, y encontrando las puertas cerradas. O sea, que la decisión de Trichet de bajar tipos tuvo el mismo efecto que si hubiese decidido fumarse un puro. Otro gallo hubiese cantado si hubiese bajado un par de puntos los tipos al menos un año antes, cuando todo parecía indicar que se acababa un ciclo bastante duradero de expansión económica.
Estos días vemos otra política sobrevenida a nuestros ladrillos, en este caso, los ministros europeos de finanzas. Han decicido darle a la tijera del gasto, y algunos, tímidamente, subirán un poco los impuestos. Pero el principal leit motiv de estos días es: "bajar déficit-recortar gasto". Esto no es un ladrillo, pero se le parece. Aquí falta análisis. ¿De dónde ha venido este enorme agujero de déficit en países como Gran Bretaña, Italia, Irlanda, Grecia o España?
El déficit puede tener dos orígenes: reducción de ingresos o incremento de los gastos. Si el déficit se dispara, habría que pensar cuál de los dos efectos es el principal impulsor. Y en el caso español, no hay duda: el Estado ha gastado algo más, no tanto por un incremento desmesurado de la inversión, sino por el crecimiento del gasto en subsidios. Dos millones de parados más es un número que cualquiera hubiera creído imposible en 2007. Y ahí el gasto sube. Pero en españa el principal actor del déficit ha sido el desplome de los ingresos. Caída del IVA, del IRPF, del Impuesto de Sociedades, del Impuesto de Transmisiones, de tributos ligados a la construcción... El Estado y las administraciones están secos. Y ante el crecimiento, no desmesurado, del gasto, y ese desplome de los ingresos, ha venido la debacle del Presupuesto.
Pero venía el repunte. Cambiaba el ciclo. Primeros "brotes verdes", primer crecimiento positivo en meses, primera subida trimestral del consumo... Era cuestión de unos meses. El paro podría empezar a remitir un poco, pero lo más importante: con algo de recuperación económica, era de esperar que mejorase notablemente la recaudación. Pero los mercados financieros no esperan, y los ladrillos de finanzas han claudicado. Van a cargarse los brotes verdes y los van a volver morados. En España, la ministra, inocente, rebaja la previsión de crecimiento en un 0,5% del PIB. No es consciente de que ante el desplome que va a provocar en el consumo con la subida del IVA, la bajada del salario a los funcionarios, la congelación de pensiones, y más aún, el aplazamiento de la inversión en infraestructuras en al menos un año, va a hacer que la recuperación de la recaudación no llegue. Es de esperar que baje más, con lo que habrá que hacer nuevos recortes. Y así, hasta que todos estemos con el tonel. No son conscientes de lo que van a hacer. En todos los países van por el mismo camino. En plena crisis, cuando aún no se ha afianzado la recuperación, las políticas más nefastas para que esa recuperación continúe. Y lo peor: si en los próximos meses los datos empeoran, la caída de la confianza va a ser abismal. Cuando las empresas y las familias empezaban a advertir un ligero horizonte más claro, como vean otra vez nubarrones, se encierran en casa y se ponen a comer los tabiques, para no gastar. Y ahí se puede gestar la recesión de la recesión, el déficit multiplicado y el desplome de los ingresos de los estados.
¿Qué debían hacer nuestros ladrillos? No demorar inversiones, confiar en la recuperación y ver que, con ésta, milagrosamente, vendría aparejada, por arte de magia, una mejora al menos de un 2% del déficit, entre la reducción de gasto automático y, sobre todo, la subida de la recaudación. Pero qué se le va a hacer, nos lamentaremos a posteriori de lo errático de las decisiones de los últimos tres años...
Conviene leer el artículo de hoy en El País de Pablo Beramendi y David Rueda, profesores de Ciencia Política en la Universidad de Oxford (o sea, no muy contaminados por la política nacional). Es una exposición clara y creo que atinada. Se llama "El pozo, el perro y las pulgas". Si eres de mi generación y recuerdas al perro Pulgoso, de dibujos animados, me parece que ese perro seremos nosotros, pero sin su risa sardónica. Y nuestros ladrillos, me recuerdan a Pierre No-doy-una o al Coyote: por más que se esfuerzan, no dan una a derechas. Lee el artículo en: http://www.elpais.com/articulo/opinion/pozo/perro/pulgas/elpepuopi/20100520elpepiopi_10/Tes
Un saludo

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